“Nuestros cuerpos son nuestros jardines, y de ellos nuestra voluntad el jardinero” W. Shakespeare".
Lo cierto es que vivimos inmersos en un mundo material, rodeados de objetos creados por el hombre, y algunos incluso en contacto con seres naturales también físicos. Tenemos plantas, mascotas, fuentes de agua, etc. como intentos de acercamiento a la naturaleza. Sin embargo, en nuestro Occidente dualista no logramos conciliar dimensiones tan diversas como la espiritual y la corporal, que están llamadas a ser una unidad.
Es cierto que se trata de dos dimensiones muy diversas entre sí, con sistemas propios y modos de manifestarse específicos. Pero lo interesante es que están llamadas a complementarse, a funcionar en armonía para que lleguemos a la plenitud, a condición de que sepamos conservar el equilibrio entre ambas. Considero que para que se dé la complementación no tenemos que caer en extremismos.
Pero entonces, hoy estamos en problemas! Se exagera el cuidado del cuerpo y se cae, por ejemplo, en la práctica peligrosa de deportes externos, sobre cuyo riesgo ya nos advirtió Víktor E. Frankl en sus “Escritos juveniles”, considerándolos expresión del vacío existencial. En el otro extremo, se practica el purismo espiritual, participando en ritos religiosos, meditando, reflexionando pero durmiendo desordenadamente, sin realizar actividad física, “cargando” con el cuerpo vivenciado como un lastre que hay que soportar.
Mirar al cuerpo desde la dimensión espiritual es en primer lugar aceptarlo tal y como es, como hemos llegado a configurarlo hasta la fecha. Luego, implica cambiar el modo de mirarlo y pensar cuál podría ser su mejor figura en cuanto a la armonía, qué lo haría sano, equilibrado, “ligero”, instrumento óptimo para colaborar con el cumplimiento del sentido de vida que descubrimos para nuestra peculiaridad personal.
Si soy u?nica desde la dimensión espiritual, y debo cultivarla, cuidarla, “curarla”, lo mismo vale para lo corporal. No es vanidad verse linda porque eso, cuando es auténtico, es reflejo de la armonía lograda en las cuatro dimensiones de la perso- na (corporal-psíquica-espiritual-social). Y si no logramos vernos así, tendremos que revisar y descubrir dónde está el desequilibrio, en qué aspecto se rompió la armonía que nos hace bellos.
Es cierto que la espiritual comanda sobre el “para qué”, pero debe liderar, seduciendo a lo corporal para que la siga en sus metas de sentido. De lo contrario, el cuerpo hace la suya, demanda instintivamente comida, sexo, descanso, placer, todo en exceso y sin sentido. O entra en desgano, abandono, y arrastra en su pasividad a toda la persona. Entonces, considerémoslo siempre en nuestras prácticas espirituales porque él está ahí cuando leemos un libro de filosofía, practicamos meditación, mantenemos una conversación profunda o damos un abrazo comprometido. Cómo se sostiene, su postura, el nivel de relajación, su fuerza, soltura y distención hablan de nuestra más auténtica disposición para lo espiritual. De hecho, cuando estamos conectados con nuestro interior, es la intuición sin palabras la que nos “dice” lo que el otro no expresa en palabras pero sí con solo hacerse presente físicamente, así como nosotros somos elocuentes con nuestro propio aparecer frente a los otros.
Nuestro cuerpo necesita estar ágil, y eso supone entrenamiento, hábitos de prácticas corporales como gimnasia y deportes. Así como existen los hábitos mentales (pensar lógicamente), molares (ser justo), también existen hábitos físicos y se generan identificando lo mejor, y luego fijándolo con prácticas reiteradas. “Una golondrina no hace verano”, dijo Aristóteles. Los antiguos griegos (peripatéticos) filosofaban caminando, está comprobado que la mente se libera para pensar mientras las piernas nos desplazan. Pensemos cuánto podría ampliarse nuestro poder espiritual si lo acompan?ase armoniosamente la actividad corporal. Esta conciliación, este maridaje, tiene que lograrse en todo lo que nos proponemos alcanzar.
El cuerpo tiene su peso, no lo subestimemos, sumémoslo a la causa del espíritu. Cuando está en forma, es un muy buen aliado.