Jean Piaget definió un modelo de inteligencia de naturaleza biológica, en él, los organismos humanos comparten dos funciones fundamentales: la organización y la adaptación, los procesos psicológicos se organizan en sistemas coherentes y estructuras estables que propician la adaptación a los estímulos del entorno.
La adaptación es un equilibrio en el presente o la capacidad de lograr la homeostasis luego que un estímulo nos impulsa a un cambio. Es un proceso que se inicia con la aparición de una situación o una información nueva y continúa con la asimilación de dicha información "encajándola" con los conocimientos que ya están cristalizados en el cerebro, la nueva información se acopla a las estructuras estables previas de nuestros pensamientos y de nuestras emociones.
La siguiente fase es de acomodación, se modifican las estructuras para que resulten funcionales ante el nuevo estado o situación, sobre estas nuevas estructuras cognitivas se apoyarán los futuros conocimientos, cuando el individuo alcanza un nuevo equilibrio se ha adaptado.
Pasados casi 5 meses de aislamiento social preventivo obligatorio (ASPO) observamos en la sociedad fatiga, tristeza, desánimo y en algunos casos depresión, estos síntomas son compatibles con la sobreadaptación.
La realidad actual es complicada y compleja, complicada porque nos exige resolver problemas para los que no tenemos un repertorio muy amplio de soluciones, compleja porque tenemos que gestionar paradojas, situaciones de incertidumbre y ambigüedades que se burlan descaradamente de las certezas del pasado.
Sobreadaptarse es hacer un esfuerzo extraordinario en jugar con las reglas del otro, es postergar el yo emocional e intelectivo aceptando una lista extensa de exigencias aunque no tengan sentido para mí, Pichón Rivi`re lo llamó "adaptación pasiva, acrítica a la realidad".
Adaptarse es un constante fluir hacia la misión o vocación propia, el período de adaptación es el esfuerzo conciente de aceptar el cambio de enfrentar un futuro incierto e ir descubriendo la oportunidad de patentizar en actos nuestros valores, sobreadaptarse es acomodarnos sin asimilación previa sin considerar si las exigencias externas son compatibles con las propias.
V. Frankl, "Cuando no somos capaces ya de cambiar una situación nos enfrentamos al reto de cambiar nosotros mismos"
Frente a la pandemia gran parte de la sociedad se mantuvo sumisa y pasiva soportando las circunstancias tal como vienen acomodándose a las reglas del juego que los gobiernos nacional, provincial y municipal decidían que eran las mejores para preservar la propia vida y la vida de nuestro prójimo, otros ciudadanos se rebelaron con argumentos poco equilibrados realizando comportamientos disfuncionales que se asemejan a la negación omnipotente de los niños, mecanismo de defensa primario como el control omnipotente, la proyección, la disociación, etc.
Los primeros se sobreadaptaron aprendiendo en minutos palabras nuevas (epidemiología, curva de contagios, camas de UTI, hidroxicloroquina, plasma de convalescientes, etc.) haciendo esfuerzos denodados por instalar Zoom, Meet, Skype y videollamadas en reemplazo del diálogo presencial, fabricaron o compraron barbijos, máscaras y hectolitros de alcohol y lavandina. Los segundos negaron la realidad con actitudes inmaduras propias de niños y adolescentes sin importar la edad ni el grupo social de pertenencia, armaron fiestas y picaditos, no dieron bolilla a las recomendaciones sanitarias, visitaron novios/as, amigos, parientes tomando en cuenta sólo su propia felicidad hedonista.
Los negacionistas siguieron su vida en un como si "no pasa nada", los sobreadaptados esperan ansiosos los DNU presidenciales para enterarse qué tienen permitido los próximos 15 días.
Ni unos ni otros lograron aún ADAPTARSE.
Es habitual frente a las situaciones límites la bipolaridad en cuanto reacción psicológica frente a lo inesperado que borra de un plumazo las estrategias aprendidas para enfrentar nuestro día, algunos se paralizan, otros se vuelven hiperactivos, unos se deprimen otros coquetean con la hipomanía; estas situaciones son lupas que agigantan nuestras miserias y nuestras grandezas dejándonos frente a nuestra "existencia desnuda".
¿Y el sentido?
El sentido puede quedar guardado entre paréntesis a la espera que desde el mundo exterior sea devuelto nuestro mundo interior junto a la antigua normalidad, V. Frankl expresó:
"El hombre puede conservar un vestigio de la libertad espiritual, de independencia mental, incluso en las terribles circunstancias de tensión psíquica y física". Quizás la búsqueda de sentido de la pandemia, la eterna cuarentena, la obediencia absoluta a las reglas a veces contradictorias o incomprensibles consumió nuestra energía ocupándonos de lo urgente y necesario, desdibujando lo importante.
Quizás encontremos sentido a lo vivido en este tiempo cuando podamos orientarnos a lo que es importante para cada uno y evaluemos si la ruta que elegimos para transitar estos meses merece una actualización del GPS, o, tal vez, descubramos un sinsentido que lejos de desanimarnos estimula nuestra conciencia auto-reflexiva para recuperar nuestra vida libre y responsable.
Lo que sí sabemos es que nuestro bienestar físico, psíquico, social y espiritual está ligado al bienestar de la comunidad a la que pertenecemos y, al mismo tiempo, será la consecuencia de nuestras decisiones.
Llegó el momento de tomar las riendas y discriminar con pensamiento crítico qué argumentos oficiales compartimos y acompañamos y cuáles desestimamos porque nuestro "yo" emocional e intelectivo se ha recuperado del latigazo inicial y ya es capaz de adaptarse a la "nueva normalidad".